miércoles, 21 de abril de 2010

Algún día...


Algún día...
Cargado originalmente por McKeyn

Dicen que es ley de vida, pero sé cierto que algún día, cada instante que pasa menos lejano, al contemplar esta foto sentiré una nostalgia infinita.
Hay veces que uno quisiera pararle los pies al tiempo, ese tirano que no conoce el desánimo ni el hastío y que pone su infalible punto de mira en cada uno de nosotros. Mientras las fuerzas nos acompañan creemos casi poder burlarlo. Pero él avanza con paso uniforme e inexorable, se le escucha venir, se le ve venir, pero no se le puede parar y es absurdo suplicarle pues jamás muestra un ápice de compasión, jamás regala un solo segundo. Cuando finalmente te da alcance, pasa por tu lado mirándote con indiferencia, y te tira al suelo las migajas de la nostalgia y la añoranza para ver con profundo desprecio como te lanzas a recogerlas.
Pero tiene su talón de Aquiles, pues con toda su fuerza bruta es incapaz de impedir que algunos días luzca el sol y algunas noches brillen las estrellas. Por eso al final, cuando me alcances y pases por mi lado espero ser capaz de anticiparme y ser yo quien te sostenga una mirada larga y profundamente serena pero igualmente indiferente: En ese instante, en ese único instante, te habré derrotado.

viernes, 19 de marzo de 2010

En busca de La Foto

En busca de La Foto
Cargado originalmente por McKeyn

Como casi en todas las cosas de la vida, llega un momento en que en nuestra calidad de aficionados a la fotografía alcanzamos la madurez.
Nuestros primeros escarceos con esta disciplina se remontan a aquel día en que jugueteando con una compacta descubrimos que valía para algo más que para hacer fotos familiares. El gusanillo fue a más y por momentos nos creíamos los reyes del Mambo cuando nos salía una bonita foto de una flor o un atardecer. Tardamos poco en comprender que no habíamos descubierto las Americas, pues esas fotos eran, con pequeñas deferencias, las mismas que muchos habían hecho antes que nosotros. Llegados a este punto solíamos caer en la desilusión de ver que tras una sesión de doscientas fotos (por ejemplo) en el mejor de los casos podíamos aprovechar un par de ellas, y.. y…
A partir de este baño de realidad se nos presentaron dos caminos. Por un lado podíamos sucumbir a la desilusión, momento en el cual enterrábamos la cámara en un cajón del cual salía sólo en contadas ocasiones, en su calidad de máquina de fabricar recuerdos.
La segunda opción era seguir adelante y perseverar, partiendo de la base de que no éramos ni muchísimo menos los artistas que en algún momento quizás nos habíamos llegar a creer. Entonces se inició nuestro verdadero camino por la fotografía. Empezamos a preocuparnos por aprender y sobre todo descubrimos el verdadero disfrute de salir a “afotar”. Si además, lográbamos que de vez en cuando nos saliera una “cosita decente” eramos doblemente felices.
Mas en el fondo todos soñamos con encontrar nuestro particular Santo Grial, y plasmar en el sensor esa imagen que impresione y emocionante a nuestros semejantes. En el fondo, y es bueno que así sea, todos seguimos buscando La Foto.
Afortunadamente la fotografía es un arte y ni todos somos artistas ni una obra de arte se saca se la saca uno de la chistera cual conejo.
Pero, pensadlo bien, hay una recompensa mucho mejor: La Fotografía es una de las muletillas que tenemos para ayudarnos a transitar por el páramo.

Feliz fin de semana y felices fotos

jueves, 11 de febrero de 2010

Breve historia del origen de Los Barrios


En 1704 una potente escuadra anglo-holandesa ocupó la que esta ese momento era la ciudad española de Gibraltar. A los que allí vivían no les quedó otra que pasar por el calvario de abandonar sus hogares y buscar en las zonas cercanas un territorio donde establecerse. Tras un viaje no muy largo, un grupo de estos gibraltareños llegó a un lugar donde se levantaba una ermita bajo la advocación de San Isidro Labrador, junto al caserío de un cortijo llamado de Tinoco. Los propietarios de esas tierras les permitieron establecerse y les hicieron ofrecimiento de trabajo, naciendo en ese momento un nuevo núcleo de población que pasó a formar parte de la ciudad de Gibraltar en su campo, cuya capitalidad residía en la ciudad de San Roque, también fundada por exiliados gibraltareños. La nueva población tomo el nombre una antigua alquería de origen árabe, lindante con el citado cortijo y conocida como “Dos Barrios”, que finalmente derivó en Los Barrios.

En 1756 el Fernando IV concedió a Los Barrios la segregación de San Roque, pasando a constituirse en municipio propio, siendo en 1854 cuando la reina Isabel II le otorgó su actual categoría de Villa.

sábado, 6 de febrero de 2010

El viejo ferroviario


Estación ferréa de Los Barrios
Cargado originalmente por McKeyn

Aquel día era el último de esas extrañas vacaciones que se había cogido en enero, tras las Navidades. La mañana se presentaba con un cielo de nubes plomizas que amenazaban agua y pensando en que podía hacer para apurar aquellas últimas horas de asueto, recordó la vieja estación férrea y la también antigua ermita, dos lugares que quería fotografiar desde hacía ya tiempo, pero para los que nunca encontraba un momento. Cogió pues su sencillo equipo de aficionado y en su Ford se dirigió primeramente a aquella vieja estación, donde desde hacía ya tiempo todos los trenes pasaban de largo. Tras escasos diez minutos se encontraba allí, haciendo algunas fotos del andén principal, la fachada y la marquesina, nada que le convenciera especialmente. Siguió deambulando en busca del encuadre adecuado. De una vivienda de ferroviarios que había junto a la estación, salió una señora ya mayor para tender en unos cordeles al aire libre, sostenidos por cañas. Mientras la buena mujer lo miraba, el fotógrafo cruzo las vías hasta alcanzar al andén opuesto. Una vez allí lo recorrió en ambos sentidos hasta dar con un punto desde el que obtenía una vista general de los andenes, las vías y el viejo edificio que le gustó, complementada por un cielo de nubes grises adornado de algún tímido retazo añil. Montó la cámara en el trípode a la mínima altura que permitían sus patas, depositó la bolsa en el piso y tiró una serie de fotos a distintas exposiciones. En el ínterin, una de las puertas de la propia estación -todas cerradas hasta ese momento- se entreabrió, asomando brevemente la figura enjuta de un hombre mayor, que observó brevemente al fotógrafo para después cerrar y volver al interior. Empezó a llover, recogió cámara y trípode y decidió dirigirse al coche para emprender camino hacia su siguiente objetivo, con la esperanza de que entretanto escamparía.
Tras un brevísimo trayecto por la autovía, llegó a la ermita, bajó del coche y empezó a recorrer los alrededores, tomando algunas fotos generales. Vio un par de detalles ornamentales que le gustaban por lo que decidió cambiar el 14-42 mm por el 40-150 mm. De repente cayó en la cuenta de que no tenía la bolsa con el resto del equipo: ¡La había olvidado en el andén de la estación! Raudo se dirigió al coche para volver al apeadero, resoplando y cabreado consigo mismo, pero con la esperanza de encontrar la bolsa en el mismo sitió que la dejó, pues apenas pasaba nadie por allí.
Al llegar de nuevo a la estación comprobó que la bolsa ya no estaba. Se dirigió a la vivienda de la señora que había estado tendiendo y que en ese momento salía de nuevo.

- Señora, ¿ha visto usted una bolsa negra sobre el andén?
- Si Señor, la vi antes y estuve por cogerla y guardarla, pero pensé que quizás estuviera usted por los alrededores haciendo más fotos
- ¿En la estación vive un señor, no? –Le preguntó
- Sí, ahí vive “zeñó Juan”, vaya usted y pregúntele, a lo mejor él la ha visto.

Se dirigió a la puerta de la cual un rato antes asomó el hombre mayor y pegó suavemente en los cristales. No aparecía nadie, aunque desde el interior le llegaba el sonido de un televisor encendido. Volvió a pegar un poco más fuerte pero seguía sin aparecer nadie, así que decidió rodear el edificio para ver por la parte trasera. Allí pudo adivinar una figura humana tras los muros no muy altos de un patio. Se dirigió hacia la entrada del mismo y desde el umbral saludo:

- Buenos días

El buen hombre, tapándose la parte inferior de su rostro con un trapo, respondió no con la voz sino más bien con un asentimiento que desprendía amabilidad. El fotógrafo pudo entrever que carecía prácticamente de mandíbula inferior, producto quizás de un accidente o de alguna enfermedad. De ahí que ocultara esa parte de su anatomía y que apenas pudiera emitir palabra.

- Caballero, ¿ha visto usted una bolsa negra sobre el andén? –le preguntó

El anciano asintió con la cabeza y le hizo un gesto con el brazo invitándome a pasar al interior de su casa. Entró, pasando primero por la cocina para acto seguido llegar una sala de estar, sobre cuyo sofá estaba la dichosa bolsa. Observó fugazmente aquellas estancias antiguas, en semipenumbra, y pensó que allí el tiempo se había detenido, que probablemente todo estaba igual que hacía cuarenta o cincuenta años. Tomó la bolsa, respiró aliviado al ver que estaba todo el material y se dirigió de nuevo a la salida.

- Muchísimas gracias caballero, me ha hecho usted un gran favor. –dijo mirando al buen señor a los ojos- Hasta la vista.

“Zeñó” Juan, asintió de nuevo con la cabeza, con el mismo gesto amable con el que lo había recibido pero siempre ocultando la parte inferior de sus rostro.

Ya de vuelta a casa, y tras el alivio de haber recuperado la integridad de su modesto equipo, el fotógrafo no dejaba de pensar en “Zeñó” Juan. Se imaginaba el tremendo sufrimiento físico y moral que le habría supuesto en su vida la severa mutilación que padecía. No imaginaba como se la apañaría para comer, apenas podía articular palabras con cierta claridad, y lo peor y más doloroso, habría sentido el rechazo y las miradas descaradas de muchos. Pensó que quizás no tuviera ni familia o que la que la que tuviera apenas se acordaría de él. Quien sabía.

Supo que aquel breve encuentro dejaría una huella en él. Aquel viejo de la estación vivía solo y apartado, quizás para evitar miradas hostiles. El destino había sido sin duda muy duro con él, pero tenía la dignidad e integridad propia de las personas que en sus actos cotidianos y sencillos respetan y ayudan a sus semejantes.


El fotógrafo, aficionado por supuesto, no era otro que el suscribe y esta historia sucedió tal cual la he contado.

Muchas Gracias “Zeñó” Juan, de corazón le deseo paz para el resto de sus días.

lunes, 25 de enero de 2010

Cabreo crónico



Embalse del Prior
Este que aparece en la imagen es el embalse del Prior, llamado así por el arroyo que lo alimenta. Esté situado en el término municipal de Los Barrios (Campo de Gibraltar, Cádiz), a medio recorrido por la carretera comarcal CA-9209 entre dicha población y Algeciras. También se lo conoce como embalse del Monte de la Torre por encontrarse a los pies de este frondoso promontorio barreño.
He buscado en La Red algo de información sobre este lago artificial pero no he encontrado nada, quizás en consonancia con el estado de abandono en que se encuentra desde hace años. Sé que forma parte de lo es, o fue, el sistema de riegos de la margen derecha del río Guadarranque, constituyendo el final de su conducción principal.
Desconozco cuál puede ser su utilidad específica, pero a juzgar por el estado de dejadez de sus instalaciones da la impresión de que actualmente está en desuso. En verano, los helicópteros del INFOCA lo utilizan para cargar agua con que sofocar los incendios forestales y poco más.
Se me ocurre sería un lugar ideal para construir por ejemplo una senda que circundara el embalse o un pequeño embarcadero para piraguas y canoas, donde las familias pudiéramos llevar a nuestros hijos a disfrutar sanamente de la naturaleza o a practicar deportes.
Desgraciadamente y ante la desidia de la administración “incompetente” de turno, este precioso enclave sólo sirve a fecha de hoy para que determinada fauna bípeda, mononeuronal y semisalvaje lo utilice como lugar para celebración de picnics horteras con radiocasetes incluidos a toda pastilla. De hecho pienso que uno de los usos, mucho menos costoso que construir la senda o el embarcadero que propuse antes,  podría ser la de crear una especie de parque temático donde zoólogos del todo el mundo podrían venir a estudiar en su medio natural a la mencionada especie, tan abundante en el sur de la península.
Y aquí termino, que no quiero aburrir a nadie con mis ataques de cabrero, patología que empecé a padecer en la adolescencia y que reconozco que con la edad, lejos de remitir, va a peor.

Los Barrios, a 25 de enero de 2010