sábado, 26 de noviembre de 2011

Paraisos perdidos

Todos guardamos en la memoria imágenes de parajes en los que una vez estuvimos y que nos marcaron por su belleza, pero sobre todo por lo que en ellos vivimos. Imágenes de lugares y tiempos que a veces idealizamos y acabamos convirtiendo en nuestros particulares paraísos perdidos. A veces, en nuestro afán por refrescar esas imágenes que la bruma de los años va desdibujando, volvemos a esos lugares para paladear el regusto agridulce de los recuerdos. A veces, en el fondo del alma, volvemos con la ilusa y vana ilusión de que por unos instantes se obre el encantamiento y aparezcan los viejos amigos. Pero ya nada es igual… Nuestro padre, aún joven, que jugaba ahí con nosotros, ya se fue; la vida dispersó a los viejos amigos y nos separó de aquella chica, nuestro primer amor, que hacía que nos diera un vuelco el corazón cuando la veíamos aparecer; y el paisaje, por obra y mor del cemento invasor ha sido transformado hasta hacerse irreconocible. Entonces somos plenamente conscientes de que el paraíso no está perdido, simplemente un día dejó de existir... para siempre.... Y es entonces, mientras salimos del ensimismamiento inducido por los recuerdos, cuando tratamos inútilmente de buscar en nuestra memoria la vaga frontera que alguna vez cruzamos para no volver, ese impreciso momento en que el mundo ideal que un día habitamos desapareció definitivamente bajo nuestros pies.
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Esta playa de la foto es la de Punta Cires, en Marruecos, allá por el 1999, una hermosa ensenada muy cerquita de Ceuta y asomada desde el sur al Estrecho de Gibraltar. Yo sólo estuve un de la par de veces en ella, aprovechando mi estancia de un año en Assilah por motivos laborales. A buen seguro este lugar tan bello fue el paraíso perdido particular de alguna gente, quizás lugareños o incluso ceutíes que iban por allí en verano, para disfrutar de su arenas doradas, de sus aguas límpidas, de su luz y de su tranquilidad.
Pero hoy ya no existe, en su lugar hay un superpuerto para tráfico de contenedores que construyó la compañía Maersk Line, y que la ha ocupado en todas su longitud, habiéndola desaparece para siempre, sepultada bajo una gruesa capa de hormigón.